Es inevitable, al hablar de este tema, que casi todos los que pasamos de los cuarenta recordemos que en nuestra infancia, colegio, instituto, universidad, mili, trabajo… era contínuo recibir y acatar órdenes continuamente, siendo imposible olvidar las consecuencias que sufríamos cuando en alguna ocasión no las cumplíamos, o lo hacíamos incorrectamente. Del mismo modo, persiste en nuestra memoria la insuperable satisfacción de no cumplirlas y lograr salir indemne del castigo.

Esta realidad plantea varias cuestiones:

1) Que el que recibe órdenes está supeditado al que las da y mantienen una relación basada en el miedo.

2) Que en caso de no cumplir una orden o no hacerlo correctamente será castigado; en el colegio nos hacían copiar, en la mili hacer flexiones o cosas peores; en el trabajo nos despiden…

3) Que la creatividad se ve limitada, ya que las órdenes someten y laminan la iniciativa personal.

4) Que gran parte de los esfuerzos se basan en evitar el castigo como primer objetivo.

Si recapacitamos sobre nuestras vivencias es fácil llegar a la conclusión de que no queremos una relación así para con nuestro perro.

Lo que marca la diferencia en la relación y en la comunicación con nuestro perro al usar señales en lugar de órdenes, va más allá de que obedezca mejor o peor, o que los resultados sean mediblemente superiores que con las ordenes; se trata de practicar un trato digno, basado en el  respecto y en la certeza de que no merece la pena trabajar de forma inquisitiva y dictatorial, por muy nobles que sean nuestras intenciones.

Saber que hay otra forma de hacer las cosas y hacerlas simplemente porque la dignidad y el respeto en el trato con otro ser vivo así lo exige.

En el momento en el que trabajamos utilizando señales practicamos lo que se denomina adiestramiento  en positivo y el perro percibe rápidamente que si lleva a cabo lo que le pedimos, recibirá un premio, y  que puede estar tranquilo y confiar en nosotros, ya que si se equivoca no va a recibir un castigo a través de un golpe o un tirón de la correa. Es ahí donde todo cambia.

El perro disfruta de su aprendizaje, experimenta prueba, juega, se divierte y eso sin duda marca la diferencia.

Como conclusión, decir que lo que realmente hace especial al trabajo con animales es el trato directo con otro ser vivo, fortaleciendo algo tan especial como es el vínculo. No caigamos en el error de tratar a nuestros perros como meros receptores de órdenes que nos obedecerán por miedo al castigo.

Aquí más que nunca, el fin no justifica los medios.

Paco Martín es adiestrador profesional con más de 20 años de experiencia en el manejo de perros, y han pasado por sus manos más de mil animales. Es el presidente de la Fundación CANEM y actualmente prepara perros de alerta médica para personas y familias que conviven día a día con le epilepsia y la diabetes.