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Hace unas semanas una polémica relacionada con los campamentos para niños y adolescentes con diabetes tipo I saltó a redes sociales.

Se trataba de una oferta de empleo en la que se pedía un monitor de tiempo libre, con experiencia, y con diabetes tipo 1. Este último requisito hizo que muchas personas, ajenas al mundo de la diabetes, juzgaran y criticaran la oferta de empleo dando una imagen errónea de los campamentos para niños con diabetes.

Las críticas más incoherentes e injustas hacían referencia a que los organizadores del campamento pedían un monitor que entendiese qué es la diabetes para ahorrarse el sueldo de un enfermero. Esta afirmación está basada en el desconocimiento, pues en estos tipos de campamentos hay 3 figuras imprescindibles y completarías:

Los médicos y enfermeros: suelen ser endocrinos y enfermeros especializados en diabetes tipo 1. Los profesionales que durante todo el año atienden a los niños y sus familias en consulta, utilizan unos días de sus vacaciones para acompañar a los pequeños de la casa durante estas colonias.

La figura del médico y del enfermero son fundamentales por 3 motivos:

  • Porque han de tomar decisiones acerca de modificaciones de pautas de insulina durante todos los días que dura el campamento,
  • Porque atienden las situaciones de urgencias que se producen estos días,
  • Porque se trata de campamentos formativos en los que los niños y adolescentes aprenden a manejar su diabetes.

La otra figura imprescindible para desarrollar estos campamentos son el director y los monitores de tiempo libre. Ellos son los encargados de que esta experiencia sea única y divertida para todos los niños y adolescentes con diabetes.

Gymkanas, excursiones, veladas… todas ellas con una nota fundamental: que los monitores tienes diabetes y, por ello, todas las actividades tienen en cuenta pequeños detalles impensables de contemplar para quien no conoce de cerca la diabetes.

Para que todo esto se pueda entender de forma más sencilla terminaré contando una anécdota de uno de los campamentos a los que asistí, que deja ver a la perfección porqué es necesario contar con monitores con diabetes,

En una de las veladas de miedo -os podéis imaginar, todo a oscuras, un sinfín de sustos, todo sorpresivo…- estábamos en la orilla de las lagunas de ruidera (Ciudad Real) y de repente, me coge de la mano una monitora disfrazada de la niña del exorcista y me aparta junto a otra compañera a un rincón para compincharnos para un susto a los demás minutos después.

A los pocos segundos aparecieron todos los monitores disfrazados por detrás y absolutamente todos los acampados tuvieron que echarse a correr y saltar al agua. Las dos acampadas que nos quedamos en la orilla con la niña del exorcista llevábamos bombas de insulina no sumergibles. Los monitores, todos ellos con diabetes y varios con Bomba, pensaban cada uno de estos detalles y, gracias a ello, no fuimos apartadas de la actividad sino reubicadas en una parte igual de emocionante pero sin riesgo para nuestras bombas. Pedir a alguien que no vive con diabetes que entienda todos estos mínimos detalles es tremendamente complicado.

Se piden monitores con diabetes por estos detalles, por el apoyo que brindan enseñando a cada niño que con diabetes sí se puede, porque se convierten en un referente para todos los pequeños y porque conocen la diabetes mejor que nadie ya que conviven con ella a diario.

Desde aquí aprovecho para dar un millón de gracias a todos los endocrinos, enfermeros y monitores que hicieron posibles cada uno de los campamentos de mi infancia y adolescencia, desde los organizados en Aragón hasta los de Castilla La Mancha, porque supusieron un antes y un después en mi modo de ver y gestionar la diabetes.

Lidia Nicuesa es la responsable del asesoramiento en diabetes de la Fundación Canem. Con su labor orienta a las familias que tienen miembros con diabetes, a los que informa sobre la actualidad y los avances que se llevan a cabo en el tratamiento de esta enfermedad, ayudándoles a elegir el método de control que más se ajuste a las necesidades de cada uno.

Además, Lidia convive con su perra de alerta médica Cini desde hace más de cinco años.